El Santísimo Cristo del Calvario es, para mí, la mejor obra del genial imaginero jiennense Francisco de Ocampo. Sobrino de Andrés de Ocampo y discípulo de Juan de Oviedo entra en el círculo de Martínez Montañés, para el que trabajaba y cuyo estilo asimila.
El Señor del Calvario es un Cristo muerto, que deja caer la cabeza sobre el pecho, la sangre le mana abundante del costado y acusa más el modelado de músculos y huesos, cosa que hará inmediatamente después Juan de Mesa, condiscípulo de Ocampo.
El Señor del Calvario es un Cristo muerto, que deja caer la cabeza sobre el pecho, la sangre le mana abundante del costado y acusa más el modelado de músculos y huesos, cosa que hará inmediatamente después Juan de Mesa, condiscípulo de Ocampo.
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