Trabajadores del muelle de Sevilla durante la huelga de 1901
“Yo te puedo decir que nuestra gente, es decir, nuestros
costaleros eran los primeros que cobraban antes que nosotros los
capataces y te puedo enseñar datos sobre esto, para nosotros el salario
de los costaleros era sagrado. También recuerdo que mi padre cuando iba a
firmar una cofradía por ejemplo recuerdo el Baratillo, se llevaba
siempre a un par de peones de confianza para que supieran lo que había”.
(Pepe Ariza, Capataz de Sevilla)
Los costaleros asalariados, en ocasiones habían planteado dificultades a
las hermandades y cofradias, son diversos los pleitos y disturbios
acontecidos al respecto, no sólo dejando de acudir para sacar los pasos,
sino pidiendo más emolumentos que en el caso de no ser concedidos,
determinaba que los costaleros recurrieran a la huelga como medida final
de presión.
Nos situamos en los primeros meses del año 1901. Llegado los días
previos a la Semana Santa se produjo lo que al parecer, porque no se
conoce otra anterior, fue la primera huelga, ocasionada por los
enfrentamientos de los costaleros con las hermandades y capataces.
Para una mejor comprensión de los acontecimientos, lo primero que
haremos será dibujar brevemente como era el contexto social y económico
de la época a nivel nacional, y en la propia ciudad de Sevilla. España
se encontraba sumida en una profunda crisis económica y social a
comienzo del siglo XX, el panorama nacional estaba determinado por la
Restauración borbónica que arrastraba el lastre de la pérdida de las
últimas colonias de ultramar en el año 1898. Con respecto a Sevilla, nos
encontramos con una ciudad anticuada, anquilosada estructuralmente, que
además se encontraba saturada de población desempleada como
consecuencia del éxodo rural que en aquellos momentos se estaba
produciendo. La realidad era la de una ciudad llena de mano de obra no
cualificada, en un momento en el que la maquina comenzaba a abrirse paso
en la ciudad moderna.
Durante la Cuaresma de ese mismo año se originó una de las habituales
polémicas entre las hermandades del momento. El motivo de discusión no
era otro que el de la economía de las hermandades, en concreto la eterna
discusión acerca de la cuantía de la subvención que las hermandades
habían de percibir del Ayuntamiento. Finalmente el día 22 de febrero
llegó la propuesta de subvención del Ayuntamiento, cuya cantidad
ascendía a 16.500 pesetas. El montante a conceder por hermandad dependía
de una serie de criterios más o menos objetivos como el número de
pasos, bandas de música, tiempo en la calle, día de salida, etc. A modo
de referencia detallamos algunas de estas subvenciones: Hermandad de la
Estrella (600 ptas), Hermandad de las Aguas (275 ptas), Hermandad del
Cristo de Burgos (400 ptas), Hermandad de la Macarena (750 ptas). Las
hermandades del Gran Poder y Silencio, como en otras ocasiones,
renunciaban a percibir cantidad alguna, por considerar que con los
recursos autogenerados por las propias hermandades les era suficiente
para afrontar los gastos de la salida además de reivindicar una vieja
autonomía respecto de cualquier poder público.
En el mes de enero del año 1901 los trabajadores de la imprenta de un
diario sevillano iniciaron una huelga, que se extendió a los demás
gremios de la ciudad, incluido al de los costaleros. Esta circunstancia
estuvo a punto de dejar sin procesiones aquel año a la ciudad de
Sevilla.
Lógicamente el inicio de todo hay que entenderlo en el ambiente
enrarecido que a todos los niveles estaba viviendo la ciudad de Sevilla
en esos momentos al comienzo del siglo XX. Las cuadrillas de costaleros
se agruparon y plantearon una serie de reivindicaciones a las
hermandades y cofradías que habían de contratar sus servicios de cara a
la inminente Semana Santa. Estas reivindicaciones estaban basadas en
mejoras salariales y de otra índole, ante los atropellos que venían
sufriendo los costaleros por parte de las mismas, y también por parte de
los propios capataces. Nos encontramos en una época en la que los
sueldos y jornales no estaban regularizados, el caciquismo propio de
Andalucía decimonónica imperaba en muchos sectores de la sociedad
sevillana todavía, trabajándose prácticamente por la comida y lugar
donde dormir.
Los capataces y costaleros de Sevilla celebraron una asamblea el día 29
de marzo, Viernes de Dolores, en la Universidad, que entonces estaba en
la calle Laraña, a la que asistieron más de cuatrocientos costaleros y
capataces. Lo que allí se discutió, que supuestamente era lo que se le
demandaba a las hermandades, quedó recogido en un pliego que contaba con once puntos.
El único capataz de primera línea que verdaderamente tomó partido y se
implicó con los costaleros fue Antonio Torres Macías, popularmente
conocido por “Juanillo Fatiga”. La no implicación de los capataces era
bastante lógico, ya que los capataces solían explotar habitualmente
igual que las hermandades a los costaleros, a los que trataban de forma
vejatoria y despectiva llegando en ocasiones al maltrato físico. Por lo
que era normal que no apoyasen las reivindicaciones de los costaleros
frente a las hermandades.
“Mira: yo el primer año que saqué cofradías cobrando, saqué
seis, y me dieron 595 pesetas; eso fue en el año 1953, yo ganaba todos
los días treinta o cuarenta duros en la tienda de Agustín Peral, vamos
que perdía dinero” (Domingo Rojas Puerta, Capataz de Sevilla)
El pliego con las condiciones de los costaleros de Sevilla:
* Tarifa de 5 pesetas por hombre para una estación normal de 4 horas.
* 1 peseta adicional, a cada hombre, por cada hora o fracción que pase de las 4 horas estipuladas inicialmente.
* Exigencia de que el mayordomo, o en su defecto representante de la
hermandad o cofradía, avalase a esta firmando a título personal.
* El mayordomo será el encargado de pasar revista a la cuadrilla.
* El mayordomo será el encargado de despedir a aquellos costaleros que se encuentren embriagados.
* En el caso de que el mayordomo no lo realizara, el capataz no se compromete a hacerlo.
* En caso de aplazarse la salida, suponiendo la retención de los
costaleros por más de una hora, deberá abonársele a cada hombre la
cantidad de 2´50 pesetas.
* Los capataces deberán pasar lista varias veces, antes (en el sindicato
de los albañiles) y durante el recorrido, para evitar desbandadas y que
el paso valla con gente de menos.
* Sobre el ritmo de las “chicotas”, estas no podrán ser tan aceleradas que lastimen los músculos de los costaleros.
* En los pasos que pesen excesivamente (Cena, Tres Necesidades,
Exaltación...) se contratará un tercio más del personal necesario, para
reponer en su caso a los más exhaustos.
* En condiciones normales, se contratará a cinco hombres por trabajadera.
Después de la asamblea celebrada el Viernes de Dolores, el Sábado de
Pasión estaba el conflicto sin resolver al no haberse llegado a ningún
acuerdo, aún en la misma mañana del Domingo de Ramos, el que salieran
las cofradías estaba por ver. Ese mismo sábado por la tarde, una
comisión de costaleros visitó a las hermandades del Domingo de Ramos
preguntando si aceptaban las condiciones planteadas, y ante la respuesta
de que hasta las 22:00 h. no les darían una contestación por estar
reunidos los mayordomos, los costaleros dijeron que se retiraban al
Centro (Sindicato de Albañiles, situado en la calle Universidad nº2) y
que allí esperarían noticias. De todas formas el domingo estarían todos
los costaleros disponibles desde las 10:00 h. hasta las 12:00 h. para
sacar las cofradías.
A pesar de la intransigencia inicial de los costaleros, finalmente se
decidieron a sacar los pasos, por lo que las cofradías aparecieron
finalmente en la calle. Pero la huelga había dado sus frutos, pues de
los 12 reales que se venían pagando se pasaron a los 20 reales (5 pesetas) como mínimo, con la añadidura de un cuartillo de vino.
Este fue el trato que permitió que las cofradías pudiesen realizar sus
desfiles procesionales aquel año. Los años que siguieron a éste fueron
proclives a conflictivos para el mundo de los costaleros, planteándose
muy frecuentes reivindicaciones en materias salariales con los
representantes de las cofradías. El mecanismo de presión más
significativo consistía en exigir mejoras salariales el mismo día de la
salida, poco antes de la hora prevista, o incluso con los pasos ya en la
calle, amenazando con abandonar las trabajaderas.
GONZALO LOZANO
hombresdediosbajolastrabajaderas.blogspot.com.
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