miércoles, 20 de octubre de 2010

"EL CANGREJERO"


“Cangrejero”, término acuñado por los "progre-cofrades", los cuales pretenden limar las asperezas del supuesto "canon procesionero" que deben ser erradicadas según algunos sectores.

Estos grupos buscan una perfección procesional (entendida como un desfile con “gradas”, separación estricta de metro setenta y cinco entre nazareno y nazareno, y del logro absoluto del efecto acordeón en la subida y bajada de los cirios desde la Cruz de Guía hasta el cuerpo de acólitos), que en realidad, no existe ni puede existir.

Decía Antonio Burgos que te puedes bañar dos veces en el mismo río, en el río del rito, que se repite cada año desde tiempos inmemoriales, y no eran otros, que los ríos de personas que se arremolinaban en las inmediaciones de los pasos.

Los muchachos jóvenes que pasaron a ocupar el lugar que ya ocuparon sus padres y sus abuelos. En las mismas calles y con los mismos pasos. Porque la Semana Santa no es otra cosa que la unión indisoluble entre la cofradía y el pueblo, el cual protagoniza un papel activo, ya sea vestido de nazareno, cantando una saeta, levantándose en un palco, llenando las delanteras de los pasos con trípodes y flashes o cubriendo las espaldas a los capataces... ¡Llama a la derecha “alante”, que se te va ese varal!

Ya existían hace décadas los cangrejos delante de la Macarena sin problemas de avalanchas ni necesidad de antidisturbios, igual que se respetaban y se respetan los murmullos devotos tras el Gran Poder cada Madrugá, puros factores de bullicio popular y devoción.

Los cangrejos ya abundaban en los cortejos de capa y sombrero de “ala ancha” sin prodigarse por ello, motines y avalanchas.

Ahora bien en esta vida nada es absoluto y deben ponerse coto a los excesos, igual que en otras expresiones populares con las que podamos estar o no de acuerdo. En estos ríos rituales no caben pirañas irrespetuosas, ni peces que nadan a contracorriente . No caben tampoco aquellos que no ven mas allá de la luz de la candelería.

Todo tiene una medida, y ya se encargará el propio río de dejar en sus riberas a las malas hierbas y las truchas muertas. Ya se encargará el silencio pretendido por las callejuelas de bajarles los ánimos. Y todo volverá a diluirse cuando vuelva la anchura y desemboque la corriente. Entonces sabré quitarme sin molestar y ocuparé entonces mi lugar en la última fila. Pero eso sí, ¡no proteste tanto y déjeme pasar que aquí hay sitio para todos…!

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